(Este ensayo revela aspectos importantes de la película y, a la vez, se escucha mejor con la banda sonora del virtuoso Johnny Greenwood de fondo).
"Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido."Luis Cernuda
"Spencer" del chileno Pablo Larraín es una de las obras de arte que más me han impactado. Hasta el punto que me subió la presión en medio de la sala de cine, como si la sangre invocara el "Síndrome de Stendhal" que sentía ya tan perdido.
Aprovecho entonces para apuntalar cinco pensamientos sobre "Spencer" que no he dejado de rumiar desde el viernes y que, de lo contrario, no me dejarán en paz.
1. "Una fábula de una tragedia real".
La frase con la que Larraín inaugura la película no solo es una declaración de intenciones sino también una invitación a desentrañar los subtextos que se esconden en esta historia. Solo en español -el idioma del maestro chileno- se consigue transmitir el doble sentido de la "tragedia real": el puente entre la verosimilidad del relato y la jaula monárquica en la que habitaremos por dos horas.
Al hablarnos de "fábula", Larraín nos susurra al oído que estaremos por ver un relato impresionista en el que los personajes están definidos moralmente. Es una historia en la que nuestra protagonista ha de enfrentarse a sus demonios, a los “villanos” que la mantienen atada al mástil de la corona. No hay que esperar una amalgama de grises entre los personajes que sirven de contrapunto a Diana. Son los "malos de la película" y punto.
Empero, Larraín nos sume en una historia en la que -como en toda fábula- hay lecciones universales, y en la que los simbolismos condensan el "ethos" de los personajes. Por eso mismo se nos habla de forma tan enfática del rol de los faisanes como animales pueriles y hermosos. Sirven para la caza o son atropellados. En cambio, Diana le habla a una de estas aves exaltando la belleza de sus alas y cómo sería la envidia del pueblo. Luego, en la subida hacia el tramo final de la película, dice que debe seguir el mismo destino que tienen escriturado estas criaturas.
2. El color del pasado añorado.
En su magistral película "NO" (2012), Larraín conseguía que la imagen se antojara ochentera, con una textura digna de los años que retrataba. Aquí hace lo mismo al tener una paleta de colores pálidos, cámaras con no muy alta definición, un formato recortado y la sensación gélida de la navidad de 1989 que nos embarga. Donde nunca ponen la calefacción.
Aún así, el "tiempo" es el gran némesis de Diana. El rol que juega el abrigo viejo de su padre sobre el antiguo espantapájaros, las visiones de Ana Bolena y sus paralelismos de pánico, y la cercanía con su otrora casa de campo inyectan en las venas de la protagonista una carga nociva de nostalgia y persecución. Pero no hablamos ya de la "saudade" dulce al pensar en la infancia, si no del veneno que corre hasta el metal de las proas; puesto que la depresión de Diana le lleva a percibir el futuro como un camino cerrado. No existe. "Solo hay pasado y presente, y son uno".
Vemos a Diana correr a través de los años, y paralelamente su sonrisa se convierte en un grito de auxilio. La casa abandonada de la familia Spencer guarda todos sus fantasmas; la sensación de que fue feliz entonces y ya le ha quedado vedado volver a sentirse en un hogar. Es aquí cuando Larraín trae todo el poder del mejor Kubrick de "Barry Lyndon" y "El Resplandor". La casa de campo de la familia real es nuestro Overlook, y sus habitantes (la Reina, Carlos, los mayordomos) son los árbritos que juzgan la impostura de quien se cree farsante, como le sucediera a Ryan O'Neal. Diana no quiere ser "Lady Di" o "Spencer" según lo pidan las cámaras, y mucho menos "for the good of the country".
Charles: The thing is, Diana, there has to be two of you. You... There's, there's two of me, there's two of Father, two of everyone. There's the real one and the one they take pictures of. Now, we are given tasks. You know, I, I hated to shoot at first. I gave my gun to the other one, but... But you know, you have to be able to make your body do things you hate.
Diana: That you hate?
Charles: That you hate.
Diana: That you hate?
Charles: Yes. For the good of the country.
Diana: Of the country?
Charles: Yes, the people. Because they don't want us to be people. That's how it is. I'm sorry, I thought you knew. So please, stick to the list as it is written, in the order that it is written.
3. Kubrick, Ackerman, Malick.
Están presentes todas las señales de un genio cuando decide retratar a una de las figuras más icónicas de los últimos cincuenta años subvertiendo toda expectativa. ¿Esperabas un biopic de Diana que celebrara su vida? Larraín te ofrece "El Resplandor" en sus palabras. ¿Esperabas diversión? Larraín te ofrece "Jeanne Dielman..." de Ackerman aplicado a la ansiedad de la princesa, el sótano oscuro que es un día en su vida. Sin temor a aburrir a su público y queriendo disecar esas horas en las que el sopor es imposible de rasgar, pues las cortinas están cosidas.
A la vez, el director imprime a la película una luz natural, unos planos milimétricos y una cámara que es capaz de flotar a lo largo de la escena. Rasgos inconfundibles del cine de Kubrick como aquellos pasillos que se estrellan contra su punto de fuga, y los primeros planos que nos miran con ardor. Qué decir, en cambio, de esa secuencia en la playa que nos transporta por instantes a "El árbol de la vida" o "La delgada línea roja" de Malick. Aquel montaje -que forzó mis arterias- en el que Diana nos ofrece el carrusel de sus escapes, sus glorias de oro blanco y dolores de cadenas en las entrañas.
4. "Yo sueño que estoy aquí, destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado, más lisonjero me vi".
Esta es la historia de una princesa atrapada en la más alta de las torres de marfil, sin esperar que un caballero de armadura plateada la rescate. Esta es la historia de una niña que soñó con ser majestad para luego darse cuenta que aquello no era sino un suicidio asistido por los tabloides y las tradiciones. Esta es la historia de la mujer más amada del mundo y a quien nadie realmente compadece frente a sus heraldos negros. Esta es la historia de la realeza que implora ser plebeya.
"Spencer" es también un examen a las vidas que se convierten en moneda de cambio. Un billete que guarda valor por el propio peso colectivo que se le quiera dar, pero que no deja de ser una simple hoja de papel. Hay deberes, juramentos, motivaciones más grandes que esta carne que se muere: allí están los mayordomos, los guardias, los cocineros, los asesores de imagen, Carlos y la Reina para recordarlo. Hacen parte de un gran sistema, en el que las piezas cumplen una misión y han de ceñirse a ella; por mucho que los aliene en el proceso. (El mejor retrato de esto es el estupendo capítulo de la tercera temporada de The Crown, "Twysog Cymru”, y como Carlos tuvo que practicarle un harakiri a su sensibilidad).
The Queen: They take a lot of photographs of you, don't they? The only photograph they take that really matters is the one they put on the ten-pound note, and they took that one. You understand, my dear, that all you are is currency.
Diana coquetea con el daño autoinflingido, con ser quien por fin de término a los cincuenta puñales que le clavan a diario los flashes y los juicios. Las traiciones que vuelan sin piedad por los pasillos helados, con esos rumores ácidos que todos terminan por saborear y alimentar; cuando ella ni siquiera puede comer sin sentir arcadas. Pero Larraín nos muestra también esos episodios de espontaneidad pura en los que se trasluce a la Diana risueña de antes, a la que vivía pintada de bonhomía. Tanto siendo Lady Di como Spencer.
5. Ucronías felices y milagros azules.
Hace casi ya tres años Tarantino decidió darle a Sharon Tate la vida que le fue arrebatada, obrar como tititero que corrige la maldad de la que fue víctima. Nos ofreció una ucronía enternecedora en la que los caminos de nuestro héroe y la joven actriz conseguían cruzarse por fin. Cerraba así su "Érase una vez…", su cuento de buenas noches que tanto pidió. Larraín bebe del mismo cántaro y decide girar a la izquierda en esta tragedia real, para adornarla con un final de fábula.
Diana es feliz cerca de sus hijos, de la asistente Maggie que la ama y detona la risa honesta. En estas escenas se refleja una honestidad preciosa y conmueve escuchar preguntas ingenuas a la madre como "what happened to make you so sad?". Ante lo que Kristen Stewart reacciona con una naturalidad que congela la piel. Abre ligeramente los ojos, hace una mueca pequeña y salen unas palabras rústicas, que cortan al salir.
William: Major William to Soldier Diana. Tell the Major what’s happened to make you so sad.
Diana: Sir. Don’t know what you mean, Sir.
William: I want the truth, Soldier.
Diana: Sir. The past, Sir.
William: I think it’s the present, Soldier.
Harry: I think it’s in the future.
En el tramo final Diana decide salvar a sus hijos de caer presos de un pelotón de fusilamiento a su autenticidad. Aquí ya no se trata de libertad sino de rescatar la esencia personal, la impronta que cada quien decide escribir según qué caligafría y gramática. Suena a todo volumen en el coche "All I Need Is a Miracle" y cantan los tres juntos a toda velocidad. Confíen en mamá, que les llevará a comer, a reir, a ser niños sin necesidad de corona.
Acaban en un KFC, Diana reinvindica su apellido de forma mundana y cual turista se pierde tras la mirada del Puente de Londres. El cisne consigue convertirse en faisán y disfrutar de lo corriente, de ser simple y bello. Carne de depredadores, pero dueña de sí.
Y, sin embargo, esta ucronía feliz es uno de los finales más tristes que haya podido ver. Sabemos que no fue así; que Diana seguiría en su carcel por corona durante años más, que era un cisne de hielo en medio del verano, y que cuando por fin pudiera salir de la torre de marfil no conseguiría vivir lo suficiente para saldar la deuda que tenía consigo misma.
Este milagro que necesitaba y por el cual cantaba con sus hijos, acaba por ser azul, amargo y tardío.
Se encienden las luces de la sala, ruedan los créditos, y ahí queda, en una cápsula de celuloide la mujer más icónica del final del Siglo XX. Sin futuro ella, tatuada al pasado y presente de la piel de millones. Siendo ya solo una, escrita en tinta e imágenes.
(P.D. Si desean leer más críticas y ensayos sobre cine de este servidor, síganme en “Letterboxd”: https://letterboxd.com/MacondoEterno/).